Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


91
Legislatura: 1854-1856 (Cortes Constituyentes de 1854 a 1856)
Sesión: 16 de abril de 1856
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 359, 12.497, 12498
Tema: Ensanche, abrigo y mejora del puerto de Barcelona

El Sr. SAGASTA: Pues confieso francamente que no sé el curso que se ha venido dando a la cuestión; porque la Comisión se ha ocupado precisamente de lo que no debía ocuparse, y no ha tenido en cuenta aquello que más debiera llamar su atención. La Comisión se ha convertido en una Junta consultiva, en una Academia científica, y no ha hecho lo que debía hacer.

Empezó el Sr. Madoz diciendo: " no pudimos aceptar el proyecto del Sr. Puigdullers, porque la entrada era peligrosa y no satisfacía por completo las necesidades " y esta oposición de S. S. ha prevalecido en la Comisión sobre la opinión de la Junta consultiva, sobre la del Gobierno y sobre la de los ingenieros de que el Gobierno dispone para hacer estos estudios. Pero luego vino otro proyecto, y el Sr. Madoz dijo: " lo aceptamos, porque ese proyecto nos gusta". Ya sé yo por qué le gustó a S. S., así como a la mayor parte de los Diputados catalanes: porque era un puerto mayor. Creen que eso va a ser necesario en Barcelona, haciéndose una grandísima ilusión; porque el puerto que les gusto más que el presentado por la Junta consultiva, es cerca de tres veces mayor que el de Marsella, y yo no sé cuando el puerto de Barcelona llegará a tener el movimiento del puerto de Marsella; yo me alegraría que lo tuviese pronto. Pero sentado ese precedente de que aquí se ha de deliberar y decidir, no sobre los medios de que deben valerse para llevar a cabo tal o cual obra, sino sobre si están bien o mal practicados los estudios, sobre si la parte científica está bien desempeñada, entonces va a ser nunca acabar, porque ahora se manda hacer otro proyecto del puerto, se dan seis meses para eso, para ese tiempo nos vamos nosotros, vienen otras Cortes, otros Diputados catalanes a quienes puede no gustarles ese segundo proyecto, y vuelven a mandar que se haga otro. Así vamos a andar con los proyectos del puerto de Barcelona, y por lo mismo no sé cuando se va a terminar esa cuestión. Cuando el Gobierno trae el proyecto para una obra, se hace responsable de su resultado, y es claro que esa obra estará bien proyectada, porque el Gobierno tiene en su mano todos los elementos necesarios para ello. Si esa obra sale mal después de aprobada, puede exigirse la responsabilidad al Gobierno, como este podrá exigírsela a su vez a los agentes de que se valió para proyectarla.

Los Sres. Diputados son muy entendidos en obras como en todo; pero hay ciertas cosas que son esencialmente facultativas y que solo conoce el que las ha estudiado mucho tiempo: los Sres. Diputados juzgan de esas obras solamente por el buen o mal efecto que producen a sus ojos. Por lo demás, esto es involucrar completamente los buenos principios de administración.

Yo he venido también a comprender que el Gobierno ha estado excesivamente indulgente con la Comisión, y de ahí el que en la discusión sólo hayamos visto hasta ahora un debate de familia entre el Gobierno y esa misma Comisión, porque la Comisión no se entiende consigo misma ni se entiende con el Gobierno: llevamos ya tres horas de discusión, y esta no ha salido de los límites del banco azul al banco de la Comisión. [12.497]

Digo que el Gobierno ha estado muy indulgente con la Comisión, porque así nos lo ha confesado el señor Ministro de Fomento. Su señoría nos ha dicho: se presento a la Comisión un proyecto de puerto, y ese proyecto no pareció bien a los Diputados: me dijeron que deseaban antepuerto, lo cual no está en el proyecto del Gobierno, y el Gobierno dijo: pues tendréis antepuerto: queremos también dársena; pues tendréis también dársena: queremos arsenal; pues tendréis también arsenal: no queremos el proyecto aprobado por la Junta consultiva; pues retiremos ese proyecto: queremos que se establezca otro; pues se establecerá: queremos que la Junta consultiva que el Gobierno tiene no tome parte en la aprobación del proyecto, y queremos otra Junta consultiva compuesta a nuestro gusto; pues se compondrá a vuestro gusto. Entre tanto hubo nuevas diferencias en la Comisión: unos quisieron componer esa Junta de un modo, otro de otro; y, señores, esto no puede continuar así; eso es imposible, porque ahora que es de esperar por fortuna que nuestro país adelante mucho en mejoras materiales, si consignamos ese precedente, no realizaremos ninguna mejora. Vamos a pasar el tiempo dedicados exclusivamente a combinar las diferentes ideas de los Sres. Diputados. Siento, pues, que el Gobierno haya sido tan indulgente con la Comisión, porque no sé cómo va a salir de la cuestión que nos ocupa. Después de que el gobierno le ha concedido todo lo que quería, todavía hay dificultades, todavía la Comisión no está completamente conforme.

Pero decía el Sr. Degollada: " nosotros hemos hecho aquí lo que otros Sres. Diputados con los proyectos de ferrocarriles: el Gobierno nos presentó un proyecto, y luego siete Diputados, tomando la iniciativa, presentamos otro proyecto de ley." Hay que tener en cuenta, señores, que es muy respetable la iniciativa de los señores Diputados en los proyectos de ley, pero no lo es tanto en los proyectos de obras públicas. El Gobierno y los Sres. Diputados pueden aprobar recursos para llevar a cabo una obra pública, sin que aquel haya hecho seguir ese proyecto toda la tramitación necesaria, sin que haya hecho que ese proyecto que ha podido figurarse en Madrid dibujándolo o pintándolo aquí sus agentes, se examine y se dé dictamen acerca de él, sin que venga después ese proyecto a la Junta consultiva para que se dé su informe, y sin que el Gobierno, en vista de ese informe y de la opinión del ingeniero a quien se haya encomendado ese trabajo, pueda decidir sobre ese proyecto. Por consiguiente, aquí se ha tenido presenta lo que no podía ni debía tenerse en cuenta.

El Sr. Degollada ha padecido también una equivocación al suponer que el proyecto de Barcelona no ha de costar nada al Estado, y que lo ha de costear exclusivamente Barcelona; así como en decir que nada le importaba al Estado que se hiciera un puerto de 200 ó 300 millones. Pues qué, los arbitrios que impone el Ayuntamiento de Barcelona, ¿no son coste para el resto de la Nación española? No lo entiendo, Sres. Diputados, hablo francamente.

El Sr. DEGOLLADA: Si el Sr. Sagasta me permite, le explicaré.....

El Sr. SAGASTA: Lo desearía, porque no lo comprendo.

El Sr. SAGASTA: Pues bien; no ha destruido su señoría mi argumento. El gasto tiene que hacerse antes de que haya puerto y almacenes; pero ese nuevo arbitrio tiene que salir de alguna parte, del comercio, y lo mismo ha de pagar Madrid que Barcelona. Entre tanto, la diferencia entre los 30 millones del proyecto del Gobierno y los 200 que quiere el Sr. Degollada, compone la friolera de 170 millones de reales, los cuales, por más que se diga, han de repartirse en todas las provincias.

No voy a entrar en el fondo de la cuestión, porque sólo me he levantado para protestar contra esta jurisprudencia que quiere establecerse, para protestar contra esa involucración de los principios de la administración. Señores, las cosas en su lugar. ¿Hay una Junta consultiva que el Gobierno tiene para auxiliarle en todo lo que sea facultativo? Pues o esa Junta es buena, o es mala: si es buena, a ella debe ir el proyecto del puerto; si es mala, quítese y póngase otra. ¿Hay ingenieros encargados de dirigir las obras de puertos? Pues o esos ingenieros son buenos, o son malos: si son buenos, que las hagan; si son malos, que se les eche.

No se me diga que hay otras personas facultativas que entienden más de puertos y de obras; porque quizá haya personas que no se llaman facultativas por no tener un título, y que sin embargo sepan más que un ingeniero de caminos en la construcción de los puertos: las habrá, pero no debe haberlas legalmente hablando, porque los puertos son una construcción de los ingenieros de caminos, canales y puertos, y estos ingenieros deben poseer todos los conocimientos necesarios para llevarlos a cabo. Por consiguiente, extraño que lo mismo la Comisión que el Gobierno hayan sido tan indulgentes; y lo siento, porque esto es sentar malos precedentes; y por lo tanto pido a la Asamblea que deseche, como no podrá menos de hacerlo, el voto particular del Sr. Degollada; concluyendo con una súplica al Gobierno, a saber: que no ponga el obsequio, porque conviene, de no sentar el precedente de ser tan indulgente con la Comisión, por más que esa indulgencia se justifique tratándose de obras tan importantes para el país como lo es la que nos ocupa.

(Habla el Sr. Madoz)



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL